viernes, 17 de junio de 2011
La melancolía y yo
La melancolía forma parte de mi vida, vive permanentemente en mí, me es muy difícil tener un día en el cual no esté melancólica y por otra parte debo reconocerlo eso no me desagrada.
Vivir melancólica se ha transformado en una parte de mi personalidad, de mi naturaleza lo cual sin duda devino de mi historia personal.
Porque hubo un antes en que no era así, pero un antes cercano de hace dieciseis años atrás, cuando aún vivía mi hija mayor. Hubo un período desde que ella nació hasta que partió en que fui una mujer distinta, había sido melancólica antes también. De niña por el maltrato recibido por mi madre, de adolescente y temprana juventud por una separación traumática e involuntaria del chico que amé desde los quince años y que seguí amando toda la vida aunque no fue mi compañero de vida.
Más adelante la partida temprana, diecinueve años, de mi único hermano, en este tiempo ya la melancolía y la tristeza estaban incrustadas en mi corazón.
Luego me casé sin amor pero al año llegó mi primera hija y ella significó una nueva vida, un nuevo sentir, nació la hija y nació la madre, ´la maternidad me envolvió toda y siendo madre fui feliz nuevamente, en ella encontré el cauce de una existencia que parecía no tener rumbo, allí, con Noelia, pude comprobar que yo había nacido para eso, para tener hijos, para ser madre y cuidarlos y amarlos. Ser mamá de Noelia fue la tarea más hermosa que tuve a lo largo de mi vida, luego se repitiría con mi segunda hija, Nadia. Ellas, ambas, como un inmenso regalo llegaron a mí para que se justificara mi presencia en el mundo.
Luego el destino, Dios o quién sabe quién decidieron que no era agradable verme tan feliz y me quitaron a mi Noelia, de un zarpazo, me la sacaron de los brazos como imagino se la llevaría un enorme halcón entre sus garras, así lo siento, aunque fue la leucemia la que la llevó en nada más que cuarenta y dos días.
A partir de ese día nunca más volví a ser feliz, a reir con auténtica felicidad, la melancolía se instaló en mi vida y nunca más se fue.
Tengo sí algunos momentos de alegría que me los proporciona mi hija menor, quien pobrecita sufre al verme triste y se desvive por alegrarme y muchas veces lo logra. Su presencia en mi vida es vital, sin ella ya no podría seguir, ya ni siquiera estaría melancólica, creo que simplemente ya moriría.
Pero como todo en la vida, uno se acostumbra y yo me he acostumbrado a esta manera de vivir bañada de melancolía, que en algunos aspectos a veces hasta parece una dulce tristeza. Ella está en mí, aunque yo persigo una búsqueda lenta pero segura de la paz y despaciosamente la estoy logrando. Cambiando costumbres, modificando rutinas, así despacito voy cambiando mi sentimiento melancólico por uno más sosegado y placentero que es la paz.
Sé que la encontraré en tanto no vuelvan a producirse en mi vida situaciones tan límites como las vividas, mientras tanto navego en mi mar de melancolía y no me quejo, aprendí a manejarla y no dejar que domine mi psiquis, simplemente convivimos y eso no me daña, creo al contrario ha abierto mi mente y mi corazón de una manera que no creo hubiera podido hacerlo otro sentimiento. Es mi amiga, aunque se que un día partirá del todo para dar lugar a la paz de la espera, esa que sigilosamente... ya ha entrado en mi vida.
Melan
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario